Redacción Editorial Phrònesis
Ser proactivo y mantener cierta disposición preventiva hacia lo imprevisible constituye una estrategia adaptativa que ha sido útil para la supervivencia pues da capacidad de trascender, crearnos y tener un propósito más allá de los instintos. Cuando los maestros espirituales y los psicólogos señalan que nuestra atención debe estar dirigida en el aquí y el ahora, no afirman que renunciemos radicalmente al pasado y el futuro. El sabio no sufre de amnesia ni le falta imaginación, lo que define la sabiduría es tomar el pasado y el futuro con pinzas, lo necesario, sin culpa y sin angustia: si te quedas en el pasado, te hundes; si te adelantas mucho, te estresas.

Si la mente queda atrapada en el pasado no haremos otra cosa que vivir con la carga de lo que deberíamos haber hecho y no hicimos: arrepentimiento y rencor, rabia con uno mismo o con quienes nos lastimaron. Pero la mayoría de la gente no es capaz de discernir y se regodea en la depresión y la rumiación de los pensamientos negativos (anclaje disfuncional al pasado). Por otra parte, si la mente se desplaza libremente al futuro tenemos dos opciones: Julio Verne o un sujeto con ansiedad crónica. Si hacemos el salto de manera creativa, surge un personaje con imaginación, pero si nuestras antelaciones se convierten en un modo de vida defensivo, entraremos al oscuro terreno de la pre-ocupación: ocuparse de cuestiones incómodas antes de tiempo, así de tenebroso.
Estar obsesionado por el futuro es un atentado a la salud, porque impide ser sentirse, baja la eficiencia, genera malestar en quienes nos rodean y afecta la calidad de vida. Lo que mueve a estas personas, además de querer una certeza imposible, es resolver los problemas antes de que ocurran para evitar el dolor o la incomodidad. Sin embargo, cuando la mente se ocupa exageradamente de situaciones amenazantes futuras, todo el organismo actuará como si estuviéramos con la soga al cuello y la supuesta amenaza fuera inminente: el sistema inmunológico, que muy pocas veces entiende razones, decae y el gusto por la vida se va perdiendo en cada intento adivinatorio.
La mente debe aquietarse para descubrir la experiencia emocional y afectiva que fluctúe menos, que no recupere el pasado inútil ni se adelante al futuro amenazante. El aquí y el ahora (el presente), nos ubica cara a cara con lo positivo y negativo de las emociones. Lo que debemos rescatar y lo que debemos descartar para mejorar nuestra calidad de vida y acercarnos al bienestar mientras potenciamos nuestras capacidades y fortalezas. Por eso, continua invitación de Walter Riso hacia la liberación emocional y afectiva: