Redacción Editorial Phrònesis
No es posible aceptar una relación desigual si queremos mantener un amor constructivo y saludable. Aunque pueda haber momentos especiales en los que te desligues de cualquier retribución futura, una de las expectativas naturales que acompaña el amor de pareja es la reciprocidad. Si le eres fiel a tu pareja, esperas fidelidad; si eres tierno, esperas ternura; si das sexo, esperas sexo, en fin: esperas.

Walter Riso cuenta una interesante historia para ilustrar este punto en su “Guía práctica para no sufrir de amor”:
“Un joven, me decía, no sin tristeza: ‘Mi novia cree que es una reina… Hay que atenderla, darle gusto, contemplarla… A mí antes me nacía, pero ya llevo mucho tiempo dando y dando sin recibir nada a cambio… No se preocupa por mí como yo lo hago por ella… Necesito que alguien me consienta, sentirme querido… Por ejemplo, cuando tenemos sexo, me toca a mí hacerlo todo… Ya no es placentero, sino extenuante… Tengo una amiga nueva que es lo opuesto… Posiblemente quiera más a mi novia, pero prefiero empezar una relación de igual a igual con alguien…’. Es difícil no darle la razón. No estoy diciendo que haya que ser milimétrico en las relaciones, ya que no todos tenemos las mismas necesidades ni las mismas capacidades (no somos ‘idénticos’) o que haya que tirar la generosidad a la basura. Lo que sugiero es mantener una correspondencia equitativa que nos haga sentir bien. La reciprocidad positiva está relacionada con la percepción de equilibrio y armonía, con el sentimiento de imparcialidad y justicia”
Haciendo una analogía con el pensamiento de Aristóteles y Santo Tomás, un amor justo es el que combina tanto la justicia distributiva (repartir cargas y beneficios proporcionalmente entre los miembros de la pareja), como la justicia conmutativa (evitar la estafa y el fraude en cualquiera de sus formas). No es que no podamos cambiar de opinión, pero es mejor hacerlo de manera honesta, tratando de salvaguardar el bien común y produciendo el menor daño posible.
Tu relación se basa en la reciprocidad cuando:
- El intercambio afectivo y material es equilibrado y justo.
- Los privilegios son distribuidos equitativamente .
- El acceso a los derechos y deberes es igual de parte y parte.
- Ninguno de los miembros intenta sacar ventajas o explotar al otro.
- No hay la sensación de “estafa” afectiva.
- No tienes que recordarle a tu pareja lo que necesitas.
- Ninguno piensa que merece más que el otro.
- Existe una correspondencia mutua sobre lo fundamental.
Tu pareja no es recíproca, si no le importa lo que piensas y sientes. En el amor, el que “da” casi siempre espera recibir o genera expectativas al respecto. Es el equilibro natural del amor justo y equitativo. Aprende más técnicas para disfrutar del amor a plenitud en la “Guía práctica para no sufrir de amor” del psicólogo y escritor Walter Riso. Conócela a continuación.