Redacción Editorial Phrònesis
Aunque sea difícil de creer y aceptar, el amor puede acabarse. Creer en el amor eterno tergiversa la manera en que deben percibirse las relaciones afectivas y crea una ilusión de permanencia perjudicial a nivel emocional. Si las cosas no funcionaron, simplemente aléjate y permítele a la otra persona tomar su camino. La vida debe continuar.
Para que esto sea posible, nunca deberías decirte a ti mismo las siguientes mentiras dañinas que, según escribe habla Walter Riso en sus guías prácticas, prolongan el dolor de las relaciones de pareja fallidas:

“Sólo seremos amigos”
Cuando una relación se rompe, es prácticamente imposible ser amigo o amiga de la persona que todavía se ama. Los que defienden lo contrario no saben de qué están hablando. Para sobrevivir a la pérdida, algunos adictos afectivos se inventan un engendro amoroso que no es ni una cosa ni la otra: el “amigovio”, una mezcla de amigo adelantado y novio venido a menos, con toqueteo incorporado. No tardarán en aparecer variaciones sobre el mismo tema. Es posible que comencemos a ver “esposovios” (esposos que parecen novios), “amantosas” (una mezcla de amante, esposa y ventosa) y otros experimentos afectivos que permitan mantener la ilusión de un encanto que ya no existe.
“Sólo seremos amantes”
Un amante enamorado es un amante desubicado. Los juegos de placer, los ratos descansados, la pasión fluida y alegre que deben caracterizar a los buenos amantes, se convierten con la adicción en una maraña afectiva, un nudo gordiano donde cada intento por deshacerlo lo hace más fuerte. Un amante bien concebido es como una casita en un bosque de pinos: con ciervos, flores, aguas claras y rayos de sol atravesando las enormes copas de los árboles. Es un cuento de hadas donde hay sexo, afinidad y pocas complicaciones.
Pero la cabaña de troncos no tiene losa. No permite otro piso ni construcciones aledañas. Más aún, si se intentara sobrecargarla, se caería por su propio peso. Convertirnos en amantes de la persona amada, con la excusa de no alejarnos del todo, es la peor de las decisiones. No solamente impedimos la elaboración del duelo, sino que perpetuamos el sufrimiento por tiempo indeterminado. Y si la relación era muy mala o poco conveniente, peor, porque desperdiciamos una buena oportunidad para terminar de una vez por todas con la tortura de estar mal emparejado.
¿Cuántas veces te has dicho estas dos mentiras? Posiblemente, después de la primera, no te quedaron muchos ánimos para volverlo a hacer. Para evitar este tipo de “autoengaños” en tu vida emocional, debes conocer a fondo las guías prácticas de Walter Riso. Gracias a las útiles herramientas que encontrás en ellas, podrás disfrutar del amor a plenitud y, lo mejor de todo, sin decirte ni una sola mentira a ti mismo.