Redacción Editorial Phrònesis
No existe sociedad alguna donde el adulterio sea desconocido, ni método que lo haya extirpado de raíz: muerte vil, torturas, decapitación, castración, rechazo social, sanción moral, excomunión, hoguera, psicología y amputaciones, no han podido frenar a los aventureros y aventureras del amor oculto.

Mientras que en la década de los cincuenta los hombres infieles se demoraban once años en tener una amante y las mujeres catorce, hoy tardamos menos de la mitad del tiempo. Antes esperábamos la crisis de los cuarenta o el aburrimiento de los cincuenta para coquetearle al adulterio, hoy dejamos de ser fieles antes de los veinticinco años.
¿Tendrán razón aquellos que afirman que somos monogámicos por vocación e infieles por naturaleza? ¿Quién no ha sentido alguna vez que el cuerpo tira para un lado y los juramentos van por el otro? Los que han vivido esa lucha interior sabe bien lo que esto significa.
Si estás en una encrucijada en la que debes decidir entre tu pareja y tu amante, lo primero que debes hacer es aprender a perder para empezar de nuevo. Es decir, debes ser consciente de que si quieres quieres exclusividad, la demandas, la exiges y la buscas, pero al mismo tiempo la violentas, estarás exponiéndote a ser víctima de una traición amorosa.
Debes establecer tus prioridades y tomar decisiones. Si necesitas tener una base afectivo-sexual segura y otra impermanente y complementaria pero altamente excitante, tal vez es hora de buscar en una sola persona lo que ahora recibes de dos o si no, disfrutar de las mieles de tu soledad por un tiempo.

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