Redacción Editorial Phrònesis
Tal vez nunca hayas escuchado acerca de este término, pero es muy probable que alguna vez lo hayas puesto en práctica o hayas estado con alguien que lo hizo.

Walter Riso dice en su “Guía práctica para no sufrir de amor” que esta práctica consiste en “parecer un poco más ignorante para que la pareja se sienta más inteligente; pasar desapercibido para que ella o él se destaquen; fracasar para que los errores del otro se diluyan; afearse para que la persona amada se vea mejor. Sacrifico del peor y el más autodestructivo: ser menos, para que la persona amada se sienta más ¿Habrá mayor estupidez ‘amorosa’?”
Aunque parezca extraño, infinidad de parejas sufren de esta compensación negativa. Tú mismo podrías estar, precisamente ahora, metida o metido en este juego enfermizo de intentar equilibrar disparidades por lo bajo. Una joven mujer, muy exitosa en su profesión, me decía: “¿Cómo voy a seguir triunfando, si él no es exitoso? Me sentiría muy mal… Prefiero igualarme y balancear la cuestión. No puedo alejarme tanto de su realidad porque él sufriría mucho o incluso podría perderlo…”. La conclusión es terrible: ¡fracasemos juntos para que el amor se sostenga! Y ni siquiera se trata de acoplar nuestros defectos o incapacidades, sino de ser más insuficiente que el otro, invalidarse y sabotearse a uno mismo.
A veces, el déficit y las incapacidades de la persona amada nos duelen tanto que queremos eliminar el sufrimiento a cualquier costo y “equilibrar” la cuestión sufriendo más que el otro. Hundirnos para que la pareja salga a flote, en vez de tirarle un salvavidas: “Relájate mi amor: soy o estoy, peor que tú”. Mal de dos, consuelo de enamorados (como si las incapacidades o las inseguridades de la persona que amamos se eliminaran mágicamente con el sacrificio). Autocastigarse o anularse para levantarle la moral al otro, es matar el amor en nombre del amor. Esa es la paradoja.
A causa del despecho y el desamor, algunos se cortan las venas y otros se dedican a las drogas o adoptan una vida licenciosa y sin control. Para todos estos casos hay protocolos y ayudas especiales que provienen de diversos servicios de sanidad o profesionales especialmente entrenados. Pero la autoaniquilación psicológica por afecto pasa desapercibida, ya que no es tan dramática y quien la ejecuta lo hace en el más cuidadoso anonimato (además, no siempre se es consciente de ello). Hay que alertar a la población sobre su existencia porque cualquiera puede terminar entrampado en la autodestrucción del “yo”.
Conoce más técnicas y herramientas para aprender a vivir el amor saludablemente y en armonía con tu pareja leyendo las guías prácticas de Walter Riso.Conócela a continuación.