Redacción Editorial Phrònesis
La extrema exigencia y la consecuente infidelidad que manifiestan ciertas personas, son producto de una creencia errónea, cuyo contenido afirma: “Existe el amor perfecto y podemos acceder a él mediante la persona correcta”. Por desgracia (o por suerte, si pensamos en el aburrimiento de estar con alguien que es idéntico a uno) las almas gemelas son un invento de los astrólogos y empecinarnos en hallarlas nos aleja de la gente de carne y hueso, a la vez que nos empuja a una frustración constante.

No importa qué tanto defendamos la compatibilidad total y absoluta, no hay un cóncavo-convexo preestablecido. Los acoples innatos que predican las canciones románticas son bellísimas utopías, deliciosas de escuchar y ampliamente recomendadas para las instancias de despecho crónico, pero peligrosas a la hora de fabricar realidades concretas.
Buscar la “pareja diez” trae consecuencias negativas: si creemos en la existencia de una persona a la medida de nuestras necesidades, nunca podremos afianzarnos en los compromisos afectivos que hemos asumido, porque todo el tiempo estaremos esperando algo mejor (y con seguridad siempre habrá alguien que supere a la anterior en algún punto). No se trata de entregarnos a la resignación y soportar con estoicismo a quien nos haga infeliz, lo cual sería el otro extremo, sino que es conveniente manejar cierta flexibilidad y darnos una oportunidad para la convivencia con la persona que estamos, así sea “imperfecta”. La insatisfacción es la prima hermana de la infidelidad.
Que el amor de pareja posea una fuerte dosis de racionalidad, no significa que debamos ser obsesivos y escribir todo el día listas de ventajas y desventajas. La esencia del otro también cuenta, y a veces es solo cuestión de tiempo para que el aroma se manifieste. Es eso tan especial que posee la persona que queremos y que nadie más tiene, al menos de igual manera o en la misma proporción: amamos el olor, los gestos, los ojos, la expresión, la capacidad de entrega, la honestidad, la tranquilidad, los brazos, los abrazos, la sonrisa, los hoyuelos, las canas, alguna arruga bien puesta, la franqueza, las caderas, el caminado, la torpeza y cualquier otra cosa que se le antoje al corazón.
La costumbre no siempre cansa, a veces nos permite crear vínculos, condicionamientos cariñosos y predilecciones intransferibles. Mientras no se violen los derechos humanos, es claro que el amor saludable requiere de cierta paciencia.
El perfeccionismo es uno de los peores enemigos de las relaciones afectivas, ya que supone poner al otro bajo la lupa del escrutinio, exigiendo unos requisitos que martirizan y deprimen al examinado.
Walter Riso recuerda una cita en la cual un marido altamente perfeccionista y puntilloso, le decía a su mujer: “Yo te quiero, pero siempre te falta algo para llegar a ser la esposa ideal que yo desearía, y eso me genera ira y estrés”. Cuando se le preguntó si percibía el estrés de la mujer por no darle la medida, respondió que nunca había pensado en ello. ¿Cómo convivir con la insensibilidad del otro? En estos casos, la infidelidad también puede darse del otro lado: sentir que uno no llena las expectativas de la persona amada es extremadamente doloroso. Por eso, las personas despreciadas por los perfeccionistas suelen caer muy fácil cuando encuentran a alguien que no las evalúa y las acepta como son.
Las traiciones amorosas, pues, se dan por tantos motivos como podamos imaginar. Pero siempre hay una manera de anticiparse a los hechos si aprendemos a interpretar su lenguaje. Precisamente por esta razón, Walter Riso creó la colección “Aprende a prevenir, afrontar o superar la ruptura causada por infidelidad”: un compilado de obras minuciosamente escogidas con el único propósito de poner a tu alcance las herramientas necesarias para fortalecer tu relación afectiva y blindarla en contra de los o las amantes. Conócela de cerca a continuación.