Amen sin medida, pero con límites

Redacción Editorial Phrònesis

Hemos leído muchos de sus comentarios, en varias publicaciones de artículos, en los cuales varios han expresado ciertos desacuerdo en torno a dos postulados, según las cuales es necesario, por un lado, poner límites al amor: “El límite para amar lo define tu integridad, tu dignidad, tu desarrollo personal y la tranquilidad de tu alma” y, por otro, en el cual expongo que “no importa cuánto te amen sino cómo lo hagan”. En el desacuerdo, de cierto modo coinciden en afirmar que el amor implica entrega total con cuerpo y alma. Nos gusta esos pequeños grupos de discusión que ustedes, lectores y seguidores de las redes de Walter Riso, han abierto para compartir sus experiencias y opiniones. Todos los aportes han sido valiosos, respetuosos, son siempre bienvenidos.

Ahora, estos postulados expuestos en las publicaciones, entendemos, resultan claramente contradictorios, pues los conceptos convencionales nos venden ideales de amores inmensurables e infinitos (y por tanto inciertos).

Ante esta posible ambigüedad que está presentándose en muchos, vamos a argumentar el título del presente artículo: Amen sin medida, pero con límites.

En cuanto a los límites

Que el amor a veces necesita límites es obvio para la mayoría de los profesionales de la salud mental. Los terapeutas saben que el afecto interpersonal de pareja puede resultar altamente nocivo si la entrega es incondicional y el “ser para uno” se convierte de manera excluyente en un “ser para el otro” (Simone de Beauvoir). No importa la explicación subyacente: la autodestrucción del yo, es patología. Porque es claro que cualquier tipo de altruismo puede llevarse a cabo sin negar el self, sin ser indigno y sin negociar con los principios. Insisto: no importa qué digan los adictos al romanticismo, el amor no lo justifica todo y tampoco es necesariamente un motivo obligado de realización personal. Por ejemplo, la soltería o la soledad afectiva son una elección tan válida como cualquier otra. 

En el libro ‘Los límites del amor’: “Amor ilimitado, irrevocable y eterno. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante estupidez? Si el amor lo justificara todo, estaría por encima de los derechos humanos, la justicia y la ética. Entraríamos en un “todo vale” afectivo que funcionaría como una bomba de tiempo, donde el “ser para el otro” quedaría automáticamente validado y el “ser para sí” sería considerado una herejía. No importa, de nuevo, qué digan los románticos: ser incondicional en el amor, amparado en la quimera del amor verdadero, promueve el sufrimiento feliz, el desinterés por uno mismo y la renuncia al yo”.

Ponerle límites al amor no significa ponerle límites al sentimiento. Cuando establecemos las condiciones de un amor de pareja saludable, definimos una zona, una demarcación realista más que romántica, a partir de la cual una relación debe terminarse o transformarse, así el sentimiento amoroso exista. Pasar los límites de lo razonable (respeto, maltrato, infidelidad, desamor) no implica que el afecto tenga que disminuir necesariamente, sino que a partir de ese punto, el amor por sí solo no justifica ni valida el vínculo afectivo debido a los costos psicológicos, morales, físicos y/o sociales.

En cuanto a las medidas

Retomando esta cita, sobre el amor cuantitativo y algebraico que a muchos gusta: << “¿Cuánto me amas?” o “¿Me quieres mucho?”. Pasa que si nos dicen que “hasta el cielo”, quedamos satisfechos y felices, colgados de una nube de ese mismo cielo>>. Pero, aquí es donde enfatizo, la pregunta que más vale, y debes hacerte, es cómo te aman. Muchos psicópatas dicen amar demasiado a sus parejas antes de masacrarlas. ¿Necesitas que te quieran mucho o que te quieran bien? ¿Ambas cosas? Sería lo ideal. No obstante, es mejor un amor estable, repleto de ternura y alegría, así no llegue a la estratosfera, que un amor desbordado que anda como una bala perdida.

Para los amantes de la medición, también existe el amor espacial: “¿Hasta dónde me amas?”. Si fuéramos objetivamente honestos deberíamos responder que no tenemos idea. Amar hasta el cielo no sólo es imposible sino harto. Es más sano y honesto decir: “Mi amor tiene estos límites”. El famoso amor que se mide es una farsa romántica que, estoy seguro, produjo más de un estrellón. ¿Con qué vara medir el amor que sentimos: centímetros, metros, años luz? Una contestación plausible y con cierto aire matemático de consolación, podría ser: “Si te siento compañera o compañero y sé que puedo contar contigo en las buenas y en las malas, no necesito ni las sumas ni las restas”. ¿Ah? ¿No es esta una respuesta genial?. ¿Para qué quieres que te amen “más allá de sus fuerzas”? ¡Estarían todo el día fatigados! Mejor que te amen sosegadamente, en el día a día, en el más acá, inventando y embelleciendo lo cotidiano.

Hemos visto personas que se debaten en la encrucijada del cuánto y el cómo, atrapados en una disyuntiva sin sentido.: “No soy feliz, pero  me ama demasiado…”. ¿Y a quién le importa “cuánto” te quiere, si vives infeliz? ¿O acaso piensas que eres poco querible y por eso necesitas sumarle puntos a tu aporreada autoestima?

Así las cosas,  que te amen “desmedidamente” o de aquí a la China, no demuestra nada respecto a tu valía personal ni garantiza tu calidad de vida. La abundancia amorosa, sin la cualidad básica que determina el afecto, vale poco. Incluso, un amor excesivo y fuera de control, puede llegar a ser mucho más molesto y dañino que el desamor. El límite de lo aceptable se traspasa cuando tu vocación y anhelos pasan a un segundo plano, cuando la vida comienza a convertirse en algo tan predecible como inseguro, cuando el “ser para el otro” te impide el “ser para ti”.

Abordar todos estos temas es apasionante. En algunos podrán surgir más dudas que certezas y eso lo que demuestra es que, verdaderamente, estamos aprendiendo y que, además, nos cuestionamos y estamos dispuestos a ver las situaciones desde diversas perspectivas. Por eso aprovechamos estos espacios, para invitarlos a las lecturas de las Guías prácticas, las cuales tiene por objeto aportar toda mi experiencia personal y profesional hacia el alcance de escenarios saludables que conlleven al desarrollo integral del potencial humano. Nos seguimos viendo en las redes sociales, estos especiales escenarios de interacción.